domingo, 2 de octubre de 2011

Romántico otoño moscovita.

El Romanticismo ruso en la época de Pushkin. El Museo Nacional del Romanticismo recrea la época del escritor ruso desde una perspectiva pictórica.

Que mejor ejemplo para la unión Hispano-rusa que la figura de Larra y Pushkin. Ambos murieron por un disparo; y aunque las características de cada una de las muertes fueron muy distintas, qué mejor que el caso balístico para hacer física la unión entre ambos países, y que con motivo del año de Rusia en España, se inicia en el Museo Nacional del Romanticismo de Madrid.

Si el museo actúa habitualmente como una elegante, sublime y exquisita máquina del tiempo, esta exposición nos permite además jugar con el espacio, transportándonos asombrosamente a la Rusia zarista de la primera mitad del siglo XIX. Allí seremos testigos de una pequeña pero deliciosa exposición, tal como la describió Asunción Cardona, directora del museo. La elegancia que caracteriza al museo, se expande hacia las dos salas de la exposición –Escenarios y Protagonistas- en un intenso color rojo, donde descansan plácida y orgullosamente obras de grandes románticos rusos, como Orest A. Kiprensky, Alexandr P. Briullov o Piotr F. Sokolov, tristemente desconocidos en España.  Dichas obras, que nos muestran gran variedad de técnicas –óleo, acuarela, estampas, lápiz- y que están resueltas con una precisión admirable, ponen de manifiesto la gran similitud entre los dos países. “El interior de las casas, los rostros de su aristocracia, sus paisajes... el romanticismo ruso se emparenta de extraña manera con el español”, comenta Asunción Cardona.

Las dos lámparas de araña, la moqueta, el mobiliario, y evidentemente las obras expuestas, nos invitan a soñar con una época de ruptura con el ideal clásico y de explosión sentimental.

Evgeny Bogatrev, es el comisario de la exposición y el director del museo moscovita Pushkin, lugar de procedencia de las obras que visitan la capital española para ponerse en diálogo con la colección permanente del museo madrileño. “Soy un verdadero entusiasta de este centro, no dejo de recomendar a todo el mundo en Rusia que deberían visitarlo. Sí, el Prado, el Thyssen... pues a mí me impactó este lugar”, afirmaba Bogatrev.

Lo cierto es que una visita al Museo del Romanticismo de Madrid, se convierte más en una experiencia que en una visita cultural. Y aunque brillante, la exposición funciona solo como un aperitivo, dejándonos con hambre. ¿Qué importancia tiene si la entrada a la exposición es gratuita y estamos en un suculento museo? Merece la pena pagar tres euros por sentirse como un invitado en una selecta fiesta de la aristocracia decimonónica. Así quedareis  bien llenos y satisfechos. Aunque si no sois de saciado fácil, siempre podéis comer un sándwich isabelino o tomar un Té con pastas en el Café del Jardín. ¿Se puede ser romántico en el siglo XXI?


David Von Kirchen

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