lunes, 19 de diciembre de 2011

Absolutismo, no hay nada como tú.

Sobre la exposición: El Hermitage en el Prado.



San Petersburgo es una ciudad que desde pequeño me tiene fascinado. Los libros y documentales que me aportaron en algún momento información sobre la denominada “París del norte”, han convertido a la ciudad rusa en uno de los destinos que me encantaría conocer. Entre el frío aire del río Neva, se respira historia como en ningún otro lugar del mundo. La ciudad que fue testigo de un imperio, una revolución y una de las mayores batallas de la Segunda Guerra Mundial, descansa por un momento en el centro de Madrid, a mi alcance, por fin.

Una de las mayores atracciones turísticas de San Petersburgo es el Palacio de Invierno. La que fue durante años la residencia de los zares, se convirtió con la revolución de 1917 en una pinacoteca estatal que con el tiempo se ha convertido en uno de los más importantes museos del mundo. La colección que durante siglos ha ido recopilando la corona imperial rusa, cede parte de su alma al museo español.

La exposición, nos recibe en un intenso dorado que nos evoca a la visión de las impresionantes escalinatas del Museo del Hermitage, y a través de nueve grupos expositivos bien diferenciados, nos sumerge en un viaje a través del tiempo que nos lleva hasta un delicioso conjunto de obras del siglo XX, entre las que caben destacar cuatro Picassos casi desconocidos.

La impresionante selección de obras, nos permite contemplar piezas de muy variada época y estilo. Desde delicadas piezas de orfebrería griega hasta obras de la vanguardia europea, pasando por imponentes retratos reales y una interesante colección de artes decorativas. Entre la obra pictórica se respira la escuela española, la flamenca y la barroca francesa.

La exposición, que nos acerca unas de las obras más bellas y famosas del Hermitage, nos permite contemplar una exhaustiva evolución de las artes en cada una de las disciplinas presentadas. Orfebrería, joyería, artes aplicadas, pintura, escultura, dibujo, y hasta una impresionante pareja de trajes pertenecientes a los zares María Feiodoróvna y Nicolás I.

El museo ruso, funciona como uno de los mayores aglutinadores de culturas. En su colección encontramos piezas de todos los rincones del mundo, todas ellas con gran belleza y valor cultural. La joyería india o las manufacturas chinas son una delicia para la vista.

Obras de grandes maestros de la historia del arte, gran variedad de estilos y antigüedad, y un sinfín de exquisitas piezas que conforman una de las mejores exposiciones de la capital española. Extensa pero no agobiante. Tenue pero no soporífera. Variada pero no caótica. Una deliciosa fuente de sabiduría a nuestro alcance. Mi única cuestión, la que me daba vueltas incesantemente durante mi visita: ¿Qué haríamos si la déspota monarquía no hubiese existido? ¿Qué llenaría las salas del Louvre o del Prado? ¿Tendríamos que agradecer a la inútil institución su función como aglutinadora de las artes? Gracias, absolutismo, no hay nada como tú. Me quedo con la visualización in situ de una pequeña porción del Hermitage. El resto, algún día.


David Von Kirchen

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